Recuerdo con mucho cariño aquellos tiempos en La
Peña en los que no teníamos nada, solo nuestra imaginación y muchas ganas de
jugar al aire libre. ¡Que ratos más buenos jugando a las cartas con mis amigos
Jesús, Manolo, "el Jabato", Alberto y Jesús "el de los
molineros", y tantos otros...! Cuando teníamos ocasión nos echábamos unos
partidazos de futbol en la era después de la siesta, porque de día hacia
demasiado calor como para hacer deporte, y si no nos íbamos a bañar al río al
que los del pueblo siempre llamaron “El Piélago”.
Ahora rememoro estos recuerdos a
través de las vivencias de mi hijo Mario. Desde que tiene 5 añitos el mismo día
que le dan las vacaciones en el colegio, sale zumbando con mis padres al pueblo
y no vuelve hasta finales del mes de julio para marcharse a la playa con su
otra abuela y sus primos. El tiempo que disfruta en el pueblo es impagable. Es
el mejor campamento o centro de alto rendimiento al que puede acudir un niño de
su edad. Hoy todavía con sus 13 añazos pensamos que es donde mejor puede estar,
ya tendrá tiempo de irse a Irlanda a practicar el inglés...
En sus vacaciones en el pueblo,
Mario se olvida de todas las cosas o juegos de la ciudad, ya sea PSP,
ordenador, televisión, blackberry, etc. Sólo disfruta de la amistad sin límites
con su mini-pandilla: Juan Pablo, Celia, Julia, Diego y Paula. Los únicos niños que se pueden
ver correr por las calles de La Peña con sus bicis durante todo el verano.
Disfrutan de esas cosas que
tantas veces todos echamos de menos: aire libre y naturaleza, comida sana y de
pueblo, paz y silencio, la tranquilidad de los horarios que no vienen marcados
por el reloj, el “compartir lo que se tiene”, etc. Y claro está, ponen en funcionamiento
algo que debería ser asignatura obligatoria en los colegios: la IMAGINACIÓN.
Son capaces de jugar al tenis en el centro de la plaza del pueblo, con una red
echa de sacos de piensos para los animales, como si fuera la mismísima pista
central de Wimbledon, o de jugar en una calle estrecha como si fuera el Estadio
de fútbol de Maracaná.
Sin olvidar esos juegos de toda
la vida que se han ido quedando olvidados, porque en la ciudad somos muy finos
y ahora tenemos a los niños ocupados con deberes y actividades extraescolares,
y ya no permitimos que bajen a jugar a la calle, se caigan y destrocen las
manos o las rodillas, como nos pasó toda la vida y crecimos estupendamente.
(Observar las piernas
desolladas del futbolista)
Aquellos juegos casi olvidados ya, que eran
recompensados con una "pedazo de medalla" y te hacia sentir olímpico
por unos minutos y ser el orgullo de tu casa durante un buen tiempo.
Y esas construcciones realizadas con palos de madera, plásticos y cualquier material de desecho, que te hacían pasar tan buenos ratos entre amigos disfrutando de tu castillo o cabaña, siempre vigilada por “fieles cancerberos".
Sin olvidar esas meriendas en la cabaña que en
compañía de amigos saben a gloria, o las partidas de “Monopoly” siempre bajo
una sombra que te hacen sentir como el mismo“Rey del mundo”.
Pero lo que nunca, nunca, nunca se puede superar
es una reunión alrededor de una buena mesa llena de ricos manjares, rodeado de
tu familia y amigos... aunque el mantel sea de plástico y los platos de
Duralex.
En esos veranos en el pueblo probablemente aprenderá cosas mucho interesantes sobre la vida y las personas que día tras día en el colegio. Un verdadero regalo.
ResponderEliminarExcelente entrada del blog, amigo, emocionante.
Esos veranos y aquellos años estuvieron llenos de vivencias, casi todas buenas, de locuras y sobre todo de personas comunes. Contábamos con pocos recursos, sólo nuestra imaginación y un escenario impuesto, herencia de nuestros abuelos. Y la vida fluía a borbotones.
ResponderEliminarA ver si recuerdas éstas aunque seguro que se me olvidan muchas: los partidos de fútbol del "Legío", las interminables partidas de cartas en el portalillo del ayuntamiento, las del Risk en mi casa, el baloncesto y el baseball en el "Legío", el golf en el Valle de la Encina... ,el tarzán en el Chorro, las bajadas suicidas en tandem al Roble, los cursos forzosos de orientación en la niebla volviendo de la Fuente del Perro, la cabeza de la oveja en el Piélago, la acampada en el Pozo de los Humos aquel caluroso verano con las albóndigas calentándose en la piedra, las carreras de burros por las noches por el valle La Peña, la Peñagorda de día, la Peñagorda de noche, la Peñagorda, los "birilos" de la cárcel, los cuarzos del Carrascal, el Hondajo, las uvas volviendo de las minas de Pereña, el botellón de Froilán y la charca de los Barreros, el fin de año en la báscula, la "pesca fresca" de Colás en la Vídola a las 5 de la mañana, la misa de los domingos y festivos en el fondo sur de la Iglesia, el canalón, las tardes de pesca en el Pozo Patetas, las noches en la plaza, las meriendas en cualquier sitio, las ranas y las linternas de madrugada, las cenas en casa de tu abuela, las tardes en la plaza llena de coches y gente esperando a la Sra. Encarnación, el camión de grano volcado y la hos... que le metiste al pobre conductor...etc
Y personas y personajes: Omahoma, Alberto (qepd), Javi jabato, Manolo, Jesús alias "perucho" el de la Molinera(" ¿quién de vosotros tiene las piernas más ligeras? Anda galán "vaite" a ver si están las mis cabras "pallí" pa la grijuela"), Froilán y el gañán, Eloy y su hermana revolucionando al personal, tu abuela Encarna, Don Juan y sus bendiciones subiendo del Piélago, Kiko "pitorro" y las suyas también subiendo del Piélago, el hombre de las caseras, el de las gallinas ponedoras despertándonos a horas tempranas, el de "compro, vendo, cambio, oro y plata", el chupaligas, tus primas malagueñas....etc, etc....
Entrada magnifica, completa y magistral ... veo que también te marco... y sobre todo que las recuerdas con anhelo y mucho cariño... GRANDE JESUS, GRANDE.
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